En el día de ayer participé de la sesión en el Concejo Deliberante en la cual se trató, entre otros temas, la aprobación del expediente que autoriza a la construcción de la “Casa de la Provincia” con una inversión de 190 millones de pesos. Me opuse en todo momento con argumentos que explican lo inconveniente de este proyecto.
En el año 2017, una ordenanza municipal permitía la donación de un predio a la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires con la manifiesta intención de ampliar la Secundaria Técnica N 1, y en el mismo lote, (dado a la posibilidad de dividirlo) construir las nuevas instalaciones del Jardín de Infantes 917.
Esta donación tan necesaria es la que pretende ser revocada, en un acuerdo entre el Intendente Arturo Rojas y el Gobernador Axel Kicillof para la construcción de una Casa de la Provincia que ya funciona en el Registro Civil de nuestra ciudad. Este último, de ámbito provincial, hace años que presenta un deterioro edilicio imposible de soslayar.
Entonces, la pregunta obligada es: es necesario construir en un lote donado a La Dirección de Cultura y Educación? ¿Podemos permitir que los fondos provinciales sigan siendo utilizados sin criterios locales? ¿No tenemos derecho, como representantes en el Concejo Deliberante, a exigir que las obras que la provincia realice sean acordes a las necesidades de nuestros vecinos? Llama la atención que en la misma sesión de ayer, el ejecutivo ponga a consideración la compra de un vehículo para la Secretaría de Educación, con fondos del “Fondo educativo Provincial” cuando en simultáneo se está negando la construcción de un Jardín de Infantes.
Más que llamativo es preocupante que el intendente se aliñe al gobierno provincial sin cuestionar y sin tener en cuenta las verdaderas necesidades de la gente.
Sostengo firmemente, y lo reflejo con mi voto, que es necesaria la responsabilidad y la transparencia a la hora de gestionar obras provinciales para que estas no se transformen en sobreprecios, actos de propaganda política vacía, cajas de cartón en donde no hay regalos, ni servicios, ni bienestar.
Por Eugenia Vallota

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