Durante aquella recorrida, los profesionales constataron que debajo del casino existe una verdadera “ciudad subterránea”, con salas, instalaciones, calderas, ductos y ambientes de gran altura que alguna vez formaron parte de un proyecto ambicioso, pero que hoy se encuentran totalmente deteriorados. Ruiz remarcó que la combinación del paso del tiempo, la falta de mantenimiento y la ubicación del edificio frente al mar volvió inviable cualquier idea de recuperación: “Ningún privado invertiría hoy para devolverle su destino original”.

Consultado sobre los riesgos estructurales, explicó que el edificio está cercado desde hace años debido a la presencia de vidrios rotos, sectores colapsados e instalaciones cuyo estado real se desconoce. También mencionó los antecedentes de intervenciones fallidas, como cuando Lotería Provincial instaló máquinas en un área que no estaba calculada para soportar ese peso, lo que obligó a retirarlas de inmediato.

Respecto al inminente remate público, Ruiz reconoció que la palabra simboliza una mezcla de “esperanza y resignación”. “Cuando uno remata, es porque no queda otra”, afirmó, señalando que el valor base fijado por el municipio se apoya en una tasación del Banco Provincia. Sin embargo, advirtió que el acto de remate será apenas el inicio de un proceso más profundo, donde el rol del municipio deberá ser clave: controlar qué se construya, con qué indicadores urbanísticos y con qué morfología urbana.

Ruiz recordó que el predio del casino todavía no tiene indicadores urbanísticos definidos, algo imprescindible para regular alturas, retiros, densidad y usos. Explicó que parte del plan oficial incluye zonas con planta baja comercial, sectores donde podrían levantarse edificios de 15 o 16 pisos y otras áreas de menor altura. Pero remarcó que todo deberá ser cuidadosamente supervisado para mantener espacios semipúblicos y activos comercialmente, evitando que un desarrollo privado excluya a la comunidad del uso de la costa.

Acerca de su visión personal, dijo que sueña con un proyecto que permita recuperar el uso ciudadano del frente costero, con planta baja comercial, espacios de paseo y un entorno que invite a circular tanto a pie como en vehículo. Comparó posibles soluciones con modelos como Puerto Madero o la costa marplatense, donde las viviendas comienzan desde la segunda planta y la planta baja se integra a la vida pública.

Frente a la pregunta sobre los riesgos de un nuevo fracaso, Ruiz admitió que sería “un retroceso enorme” si el remate quedara vacío, aunque destacó que buena parte de la dirigencia política coincide en que “no quedan muchas alternativas”. También anticipó que el rol del Colegio de Martilleros será clave para ordenar el proceso y garantizar transparencia.

Sobre lo que viene, sostuvo que el desafío será doble: demoler arriba y desarmar abajo, una tarea que describió como “más compleja que desarmar un barco encallado”, debido a la magnitud de las estructuras ocultas bajo tierra. Aun así, expresó el deseo de que esta vez el proceso llegue a buen puerto: “Ojalá tengamos buenas noticias. La ciudad necesita que este último esfuerzo salga bien”.