Histórico. El Maracanazo bis. Cayeron todas las mochilas de Lionel Messi, los 28 años de sequía, los sufrimientos por las finales perdidas, las derrotas. Con gol de Di María, Argentina derrotó 1-0 a Brasil y se consagró campeón de la Copa América. Esta vez fue el Maracanazo de Messi y sus leones.
Y lo hizo con justicia. Porque aún sin grandes luces, jugó la final con seriedad, dejando hasta la última gota de sudor. Con un primer tiempo de concentración extrema, en el que sacó diferencia. Y con el aguante del segundo, con el padecimiento del gol anulado de Richarlison, de las dos atajadas de Dibu Martínez… Y las chance de Messi y De Paul del final, que pudieron haber disparado los festejos mucho antes, sin la necesidad del pitazo final de Ostojich.
El inicio resultó casi un juego de espejos. Con los dos equipos presionando bien arriba, dentro del área contrario, buscando bloquear los posibles receptores. Una vez con el balón, la Albiceleste buscó asegurar el balón, hacerlo correr, aún pecando de falto de ritmo, en pos de ganar confianza.
El inicio resultó intenso y áspero, con faltas al límite de ambos lados, como el planchazo de Fred a Montiel (lo dejó sangrando), que le valió una tarjeta amarilla, o la de Otamendi a Paquetá, similar, pero que no recibió amonestación por parte de Ostojich. Los roces llegaron hasta al banco de suplentes, donde se cruzaron los entrenadores Scaloni y Tite.
Ninguno de los dos habían generado riesgo, hasta que a los 21 minutos De Paul soltó la pierna con un pase milimétrico al espacio que atacó Di María sobre la derecha. Y Fideo dibujó un globo excelso por encima de Ederson para abrir el marcador, tal como hizo en los 7 partidos de la Copa América. La conquista, por su factura similar, hizo recordar al grito del mediocampista que le dio la consagración a la Selección frente a Nigeria en la final de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.
El gol le marcó el camino a Argentina: a espaldas de Renán Lodi, Di María encontró territorio firme para lastimar, tal vez el único resquicio con continuidad que ofreció el primer tiempo. A los 32′, una réplica furiosa que inició en De Paul derivó en Messi, quien aceleró, gambeteó y remató de zurda: su intento se marchó apenas ancho.
El duelo sostuvo la tónica de antes del tanto: asfixia mutua, espacios ínfimos. Los conducidos por Scaloni lograron aire cuando consiguieron algunos oasis de tenencia, a partir de la inteligencia de De Paul o los estiletazos de Paredes. Sin embargo, casi no sufrió en el área de Martínez. Algún titubeo en la pelota parada le dio alguna esperanza a Brasil. Lo concreto: Argentina llegó dos veces y sacó ventaja. Y mantuvo la concentración, el celo en las marcas y el orden con mucho sacrificio, al punto que lo mejor de Messi estuvo en el esfuerzo por participar activamente de la presión, con el overol tatuado.

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